"No te acuerdes del daño que te hicieron sus mentiras sino lo feliz que fuiste con ellas". Esta cita el perfecto prólogo de mi vida, ya que al fin y al cabo, ha sido toda una mentira. Hasta aquel verano.
Hace cosa de dos años, todo lo que creía, sabía y pensaba sobre mi familia se derrumbó. Todo empezó con una separación, donde todos nos vimos envueltos en mayor o menor grado. Fue entonces cuando aquello que veía como una vida normal se fue al traste. Y es que, por mucho que nuestros padres nos digan que no está bien mentir, ellos son los primeros que no predican con el ejemplo. Aunque sea para protegernos, para que no lo pasemos mal, para que tengamos una vida normal... creo que todos nos merecemos saber quienes somos y quienes son aquellos a los que llamamos familia.
En mi caso, la imagen que había creado de mi padre se esfumó. Siempre había sido su pequeña, su "niña consentida". Él era mi héroe. Tenía fallos, como todo el mundo. Discutía mucho con mi madre, como la mayoría de las parejas. Era estricto, como se supone que deben ser los padres. Y en cuestión de una semana me arrancaron la venda que hasta entonces había tenido en los ojos. Aunque nunca lo pedí, y si volviera atrás, tampoco lo pediría.
El que yo creía un héroe, había sido todo el tiempo el villano. "Eres especial y siempre has sido la favorita" fueron sus palabras cuando me contó todo lo que antes me habían ocultado. No quiero ser la favorita papá, y menos de una persona así. Entiendo que debido al momento en que llegué fui algo especial que, en cierto modo, ayudó a su matrimonio, pero no puedes decir que tienes una hija favorita, a todos tus hijos los tienes que querer por igual, y nunca lo hiciste.
Es cierto que me parezco a él, y eso es lo que más odio. Voy cumpliendo años y cada vez lo noto más. Fría, orgullosa, incapaz de pedir perdón o expresar lo que siento a alguien, calculadora, y lo que peor llevo, mentirosa. Pero claro, he vivido en una mentira ¿no? Y he tenido los mejores maestros. Hasta hace cuestión de dos meses era así, pero me he propuesto cambiarlo, y lo estoy haciendo. Alguien me ha abierto los ojos de tal manera que he podido pedir perdón, tragarme todo mi orgullo y no mentir. Y eternamente le estaré agradecida a esa persona, aunque no sepa el cambio tan grande que ha provocado en mí.
No quiero ser como mi padre, tampoco como mi madre, ni como mis hermanos. Quiero volver a ser yo, la chica de hace tres años. La situación por la que hemos pasado ha sido difícil, y en mi caso me ha hecho más fuerte, aunque también más desconfiada y cerrada. Ya no creo en los héroes, ni en los cuentos que protagonizan. El mundo es una puñetera sarta de mentiras.
Hace exactamente dos años que empecé a vivir mi vida tal y como es ahora, y la verdad, no sé si me alegro o no. A fin de cuentas no soy tan distinta de aquella niña, de aquella idiota que os creía. Si mentís, queridos padres, hacedlo hasta el final, sobre todo si es para protegernos.
Una verdad a destiempo no es una verdad, y menos si antes ha sido encubierta por mentiras.
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